Cada 30 de marzo, coincidiendo con la fecha de natalicio de Vincent Van Gogh, se conmemora el Día Mundial del Trastorno Bipolar. Una fecha clave para crear conciencia y sensibilizar a la sociedad sobre esta condición que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Como profesionales de la psicología no podemos ignorar la creciente necesidad de intervenciones especializadas y la urgencia de una mayor comprensión de esta enfermedad. Los profesionales desempeñamos un papel crucial en el diagnóstico, tratamiento y apoyo emocional de los pacientes, por lo que este día es una oportunidad para reflexionar sobre nuestras prácticas y estrategias de intervención.
El Trastorno Bipolar: Un desafío multidimensional
El Trastorno Bipolar es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la alternancia entre episodios maníacos, hipomaníacos y depresivos. Su curso puede variar según el subtipo diagnosticado (Bipolar I, Bipolar II, ciclotimia u otros cuadros relacionados), lo que requiere una evaluación detallada y diferenciada. Su origen es multifactorial, con una fuerte base neurobiológica y una influencia significativa de factores ambientales y psicosociales.
Es alarmante que el diagnóstico del Trastorno Bipolar pueda tardar hasta 10 años desde la aparición de los primeros síntomas. Durante este tiempo, muchos pacientes enfrentan diagnósticos erróneos, tratamientos inadecuados y un progresivo deterioro de su calidad de vida.
Como profesionales de la salud mental es crucial que mejoremos nuestras estrategias de detección y tratamiento para evitar estas demoras que pueden marcar la diferencia entre una vida estable y una crisis recurrente.
La intervención psicológica: más allá de la psicoeducación
El acompañamiento psicológico es fundamental en el tratamiento del Trastorno Bipolar. Más allá de la psicoeducación, que es una herramienta clave para el paciente y su entorno, el psicólogo debe abordar diversos aspectos:
Prevención de recaídas. Identificar signos tempranos de descompensación y trabajar en la adherencia al tratamiento farmacológico.
Trabajo con redes de apoyo. Involucrar a familiares y personas cercanas en el proceso terapéutico para mejorar la contención y el apoyo social.
Rehabilitación psicosocial. Fomentar la integración del paciente en su entorno laboral y social, minimizando el estigma asociado al diagnóstico.
Intervenciones en la regulación emocional. La terapia cognitivo-conductual (TCC), terapia interpersonal y de ritmos sociales.
Reconstrucción y sanación de autoestima, identidad y autoconcepto. Problemáticas emocionales primarias o secundarias asociadas al impacto de las crisis afectivas b que generan mucho bloqueo y malestar.
Abordaje de comorbilidades. Es común que el Trastorno Bipolar se presente junto con otros trastornos, como de ansiedad, personalidad, abuso de sustancias o trastornos del sueño, lo que requiere una atención integral y estrategias terapéuticas adaptadas.
Correcta filiación del diagnóstico y diagnóstico diferencial. Habitualmente encontramos en la práctica clínica confusión diagnóstica debido a las similitudes que aparentemente pueden presentar, en algunos momentos de los ciclos afectivos con otros síntomas asociados a otras entidades clínicas como el Trastorno Límite de la personalidad (TLP), los trastornos esquizoafectivos, los trastornos disociativos o el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Por todo ello, es importante que los profesionales de la psicología tomemos un papel activo en este abordaje con el fin de ofrecer la mejor intervención posible y el más adecuado acompañamiento. La salud mental no es un lujo, es una necesidad, y nuestra intervención puede contribuir sobremanera a que los pacientes puedan llevar una vida estable y funcional, minimizando el riesgo de crisis y manteniendo su estabilidad.
Rompiendo el estigma desde la práctica profesional
El Trastorno Bipolar sigue siendo objeto de numerosos mitos que perpetúan la discriminación y dificultan el acceso a un tratamiento adecuado. Como psicólogasy psicólogos es fundamental promover un discurso basado en la evidencia científica, evitando etiquetas reduccionistas y fomentando una visión integral de la persona. Escuchar sin juicios, validar sus experiencias y ayudarles a desarrollar estrategias de afrontamiento es un componente esencial de nuestro rol.
Es clave también que el propio colectivo de profesionales de la salud mental se mantenga actualizado en los avances en neurociencia, farmacología y psicoterapia aplicados a esta condición. La colaboración interdisciplinaria con psiquiatras, terapeutas ocupacionales y trabajadores sociales es un pilar fundamental para garantizar un enfoque holístico, así como la colaboración con Asociaciones y Grupos de
Ayuda Mutua.
Además, la implementación de programas de sensibilización en nuestra comunidad y en diversas instituciones puede ser una estrategia efectiva para combatir el estigma y fomentar una mayor comprensión de la enfermedad. La formación de profesionales en primeros auxilios psicológicos y detección precoz de síntomas también puede contribuir a una atención más oportuna y efectiva, a través de la
derivación especializada.
Este 30 de marzo es una oportunidad para reflexionar sobre nuestro rol como psicólogos y psicólogas en la construcción de una sociedad más informada y empática. La prevención, el tratamiento y la inclusión de las personas con Trastorno Bipolar dependen, en gran medida, de nuestra capacidad para brindar acompañamiento, generar conciencia y combatir el estigma desde el ejercicio profesional contribuyendo a que las personas con Trastorno Bipolar lleven una vida plena y significativa.
Autoría:
Beatriz Pacheco García
Psicóloga sanitaria